Una obra referente de la grafología se titula “La escritura no miente” (Schermann, 1912). La frase -más allá de su grado de certeza- se convirtió en un símbolo de la disciplina y solemos repetirla porque expresa su objeto de manera económica… sin dejar de ser poética.
Con claridad y síntesis pone de relieve que, cuando se hace un análisis grafológico, la “entrevistada” es la escritura… y no la persona productora del grafismo.
Las imágenes que acompañan muestran un simple trazado escriptográfico (10 palotes) producido por dos pacientes que expresaron tener temblores en sus manos. En la entrevista médica el paciente 1 manifestó que las sacudidas eran “terribles” y que alteraban todas sus actividades. El paciente 2 expresó que tenía “oscilaciones muy leves” que no interferían en ninguna de sus tareas.
Pero el grafismo (que no miente…) contraría lo verbalizado y muestra autopercepción distorsionada -cuanto menos- en ambos casos. Sobre todo cuando “hablan” los enlaces inmateriales…
Estas desmentidas gráficas que afianzan la especificidad de la grafología, son también frecuentes en selección de personal, cuando ciertas conductas y patologías pueden ser verbalmente negadas (conciente o inconcientemente) en la entrevista psicológica: no es habitual que el postulante admita adicciones, depresión, impulsividad…
Pero, pero, pero…”la escritura no miente”…
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